A primera hora de la mañana me fui con la cámara a la playa. Era un amanecer de jirones casi viscerales. La vida palpitaba reciente por encima del cabo San Lorenzo. Algo más tarde, en la calma del paseo, le puse pie a la imagen.
Acaso la única certeza de los días
sea la luz con que despiertan.
Pero en estas mañanas
en que el cielo amanece en carne viva
afirmamos los ojos en la tierra
como si fuera dócil,
como si fuera eterna.
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