El aire las batía
como palmas de espectadores
en torno a un ring de boxeo.
Tan atenazante es a veces el abandono
que ni siquiera nos conmueve
el estruendo de una grada.
Sobre el suelo se hicieron
de golpe añicos los vidrios.
Al sexto o séptimo asalto
todo acabó en un fuera de combate.
Cuando el público desalojó el estadio
había sangre en la lona
y ceniza de cigarros por el suelo.
Pero tampoco entonces
se me abrió un resquicio
de lástima en los ojos.
Stephane Furber
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