miércoles, marzo 07, 2012

Una botella tunecina

Esa botella es tunecina. En su otra vida guardó un licor transparente y rabioso que Samir nos dio a probar cerca de Tozeur. Recuerdo que llegué a aquel palmeral oyendo en la memoria la vieja canción de Battiato, I treni de Tozeur.  Era verano, el mejor de los tiempos si se comparte la dicha y se cuentan los años justos como para gozar del milagro del sol sobre las pieles. Esa botella lleva mucho tiempo con nosotros y a veces adorna con unas pocas flores la mesa en que nos sentamos con algunos de nuestros amigos. Hace unos días, mientras cocinaba, la vi en un rincón y se me antojó demasiado desnuda. Le hurté al guiso una rama de perejil fresca. Lució distinta. La luz oblicua de la mañana le arrancó además unas pinceladas blancas al vidrio. Tomé entonces la fotografía de ese instante en que calculé mentalmente la infinita distancia que separa un viaje bajo el cielo protector del norte de África y las cazuelas de un oficinista que prepara durante la mañana del sábado la comida de la semana.

2 comentarios:

Maria Dolors dijo...

Los objetos siempre nos traen
recuerdos, más aún si proceden de
otro pais tan distinto al nuestro.
Una amiga me ha citado tu blog,
se lo agradezco, porqué ha sido
un placer entrar en él, te seguiré
leyendo.

Un abrazo.

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Muy generoso comentario, Dolors.
Gracias por su visita y por sus palabras.
Un abrazo.