en las primeras horas del día a los paseantes madrugadores
un planeta de arena sin hollar y una lengua de agua perezosa y tibia
como la de una res estabulada,
no logra hoy conjurar la sombra entintada de los titulares.
Como en ciertos contrapicados del cine expresionista,
las letras de los periódicos han ido creciendo a lo largo de los meses
con la desproporción de las pesadillas.
Se han convertido en edificios levantados hasta mucho más arriba
de lo que la vista acostumbraba a alcanzar.
Y desde sus azoteas se presiente una lluvia
más de empujados que de suicidas.
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