Nada de radio por la mañana.
Cansan las arengas de trinchera. Nada de prisas. Tengo hoy intención de apreciar
el privilegio de ir caminando hasta el trabajo por las calles recién despiertas
de una ciudad de provincias. De valorar en su justa medida esa posibilidad de
cambiar de itinerario cada jornada. Hoy, por ejemplo, me paro en La Merced
frente a un escaparate de una tienda de ropa de mujer que está a punto de
cerrar. Liquidación. Los vestidos rebajados de precio parecen los de un trapero
para menesterosos. Un poco al modo del aire viciado que se respira en estos
tiempos de angosturas económicas y trapacerías bancarias y políticas. Más allá
me paro en Amarcord, pequeña tienda
de comics y cine. Tiene un aire de rincón para iniciados, de refugio para
público de festival sundancero. Veo allí expuesta una película titulada La
tigresa de Siberia, algo como de serie B, de esos productos tan kistch,
tan intencionadamente horrendos, que para algunos llegan incluso a ser
divertidos y, lo más curioso, hasta de culto. Cerca, muy cerca, una tienda de
bicicletas con poco tiempo de vida a la que llaman Esplendor. Se ubica en un bajo de casa antigua. Más que
escaparates, tiene ventanas por las que se ve una acumulación de máquinas como
de otro tiempo. Hermoso vintage sobre dos ruedas. Al lado, una galería de arte
tan diminuta, la de Adriana Suárez, que
podría haber sido uno de aquellos viejos despachos de pan y leche que tanto
proliferaron en los años setenta. La calle es estrecha. Se han apagado ya las
farolas, pero aún no ha amanecido del todo. Cuesta ver qué lienzos cuelgan
dentro. Parecen motivos vegetales. Estampados de trazo grueso y colorista. La
exposición lleva por título un endecasílabo rotundo; un endecasílabo que,
además, bien podría pasar por una novela negra: Tráeme flores mientras no esté muerto. Tiene algo que ver con
aquello de Ausonio, con el collige,
virgo, rosas... Por las travesías que desembocan al paseo marítimo, se ve a
lo lejos cómo se calienta el tungsteno a la altura del horizonte. El día pinta
alegre. Y en la galería que dejamos a nuestras espaldas se abren al sol las
flores de sus cuadros.
1 comentario:
Aunque no lo creas, recuerdo que yo vi "La tigresa de Siberia", una bastante mala película del, por otro lado, padre de un cierto "cine bizarro", el gran Jess Franco. Tenía 14 o 15 años, y me serví de un DNI, torpemente falsificado, con el que no creo que engañase a nadie, pero que, en aquella época de "desajuste hormonal" me servía para acceder a la sala de los "Hollywood" donde se proyectaban películas clasificadas "S". Pecados de juventud...
Publicar un comentario