Por detrás del
maizal,
los muros blancos de la casa próxima
y su techumbre de pizarra.
Los pastos, el pinar,
el ganado casi quieto
que inclina su cerviz
sobre la tierra con hambre
inconsolable.
En la higuera,
el fruto temprano que expande
su olor de almíbar.
La tarde prende la escasa yesca
que no echó a perder la lluvia.
Y a medida que se enfría
la luz final del cielo,
bulle en el aire
un cónclave de pájaros
que me silencian de alegría el alma.
Así vi desde una ventana el mundo.
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