The Mohías' Church
Los
pequeños dioses cuchichean como porteras.
Pesan
las almas de sus semejantes con mezquindad de tendero avaro.
Roen su
risa como musarañas.
Los
pequeños dioses tienen su olimpo en las madrigueras.
Viven, al menos, de dos en dos, recordándose mutuamente que son deidades.
Pero si
alguna vez se quedan solos y sin alabanzas,
caen de repente en la cuenta
de que en realidad no
son dioses,
pero sí tan pequeños como infames.
El
rencor entonces los pudre hasta la consunción
y se mueren con dolor como todos
los humanos.
Tened, por tanto, presentes siempre estas palabras
si alguna vez os llaman “pequeños dioses” al oído.
Melanie Tsonga
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