Las playas
“…cuando vuelves a casa, cualquier guijarro de la playa que
pones sobre la mesa se convierte en estatua.”
YANNIS RITSOS
YANNIS RITSOS
Toda una vida de
veranos en la playa. En las playas. Toda una vida de pronto rememorada desde
esta playa. Al abrigo, entre una rocas, del nordeste, con un libro posado por
un momento sobre el regazo, concentrado en el único afán de percibir la voz del
mar y con una mano que deja caer entre sus dedos, como a través de la angostura
vítrea de un reloj, la porción de un tiempo medido en arena.
Toda una vida de
veranos en la playa, toda una vida en la que a mi oído ha ido llegando en cada
edad un sonido diferente desde ese ámbito de luz. Mi propia risa amedrentada
defendiendo en la niñez y sin armas las almenas de un castillo anegado de
pleamar. El golpeo sordo de un balón sobre el arenal apelmazado al retirarse la
marea, cuando éramos tan fuertes que ni las breves derrotas en los desafíos
atléticos lograban marchitar el laurel de la mirada. Las palabras refugiadas en
la intimidad de una toalla, intercambiadas entre dos cuerpos cosidos por el
sol, a cuya sombra se conversaba en esa lengua temporal y absorbente que llaman
amor. Las voces interiorizadas de quienes me acompañaron tantas veces en estos
reposos desde las páginas de los libros. En sus mundos, reales o ficticios, en
la confesión pautada de su ánimo, en la descripción de sus días, me sumergí
mucho más adentro que entre las olas, hipnotizado durante horas y horas por el
pulso de unas vidas ajenas, distantes y sin embargo casi propias. Y la edad, ya
años más tarde, del cuidado, en la que toda mi atención era un niño que rehacía
los castillos arrumbados de mi niñez. Toda mi atención era una risa, a veces un
llanto y pronto unas palabras todavía simples que fueron el léxico casi
exclusivo de esos años, el sonido entero de las playas añoradas de entonces.
Toda una vida de
veranos en la playa. En las playas. Toda una vida de pronto resumida aquí y
ahora sobre la arena de La Isla, cuando el amor ya hace tiempo que sobre todo
es compañía, cuando el paseo es el último esfuerzo tolerable, cuando mi hijo
conjuga su intimidad muy lejos, en otra playa, cuando los libros son ya más un
hábito que una vida paralela y cuando he comprendido que el único sonido
eternamente real se pulsa en este oleaje que escucho ahora, como una cuenta
atrás, inclinando la cabeza sobre mi propio pecho.
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