Uno puede descubrir de improviso, y del modo más inocente, la belleza que alberga una palabra. Cuando volvieron a casa, el niño les preguntó cómo había salido la operación de la abuela; si ya no le corrían las cascadas por los ojos. Se dieron cuenta entonces de que su hijo no recordaba la palabra exacta del mal, cataratas, pero sí lo que ella le había evocado desde el principio, un salto turbulento de lágrimas.
2 comentarios:
Mi suegra, cuando ve las noticias en la tele dice, pnsativa: "Vamos a la Racatombe".
Creo que ésta es mejor palabra, con su rotundidad, que hecatombe.
Me gustó este apunte. La ingenuidad infantil es una fuente de hallazgos.
Saludo
Publicar un comentario