viernes, enero 19, 2007

Ágora

Ágora es una revista trimestral que se publica en Gijón desde hace ocho años. Sus contenidos son diversos –y no siempre demasiado interesantes, a qué negarlo-: opinión, cine, algo de música, teatro, ciudad, algo de literatura… Ayer a última hora de la tarde nos citamos para ver cómo había quedado el último número La portada de Bonhome es hermosa y entre los artículos publicados –por la noche la leí- hay colaboraciones interesantes. Destacan, a mi juicio, los trabajos de Antonio Fontela, La pera de Colón, y de Emilio Amor, Baudelaire, de las barricadas a Las flores del mal.

Transcribe Fontela en el suyo, a propósito de las peripecias extraordinarias que acaecieron en los viajes de Colón al Nuevo Mundo, el siguiente texto debido a la mano del almirante: “Yo siempre leí que el mundo, tierra e agua , era esférico... y fallé que no era redondo en la forma que escriben; salvo que es de forma de una pera que sea toda muy redondea salvo allí donde tiene el pezón, que allí tiene más alto, o como quien tiene una pelota muy redonda y en un lugar de ella fue como una teta de mujer allí puesta”. Era esta la explicación que el genovés le daba a “las peculiaridades de aires y aguas, el imprevisto nordesteo de la brújula, la moción aparente de la estrella del Norte. Colón concluía que aquellas anomalías obedecían a la insólita pero auténtica confirmación del mundo, pues estaba navegando elevándose y confluyendo al vórtice o límite entre Oriente y Poniente, y que tal pezón terráqueo conformaba una situación geográfica tan crucial y excepcional que no podía señalar sino el verídico emplazamiento del Paraíso Terrenal”. Era la geografía de un sueño, la descripción de un poeta de la experiencia.

Por su parte, Emilio Amor nos da cuenta en el suyo de la participación de Baudelaire en las barricadas parisinas de 1848 y de la publicación, años más tarde, de su obra capital, Las flores del mal. El escabroso contenido de aquellos poemas llevó ante los tribunales a su autor. Ernest Pinard, el fiscal del caso, afirmaba en su discurso final a propósito de la obra y del propio Baudelaire: “Un poeta que huye de lo artificial y de lo convenido, alguien que indaga en los aspectos más íntimos de la naturaleza humana, a la que pinta de modo vigoroso y conmovedor, exagerando lo más repugnante como estrategia estética; personalmente, es un espíritu atormentado, una naturaleza inquieta y sin equilibrio”. No hay mejor defensa que un buen ataque –que se suele decir en las lides deportivas-. La sentencia multó con trescientos francos al autor, además de obligarse a retirar del libro varias de sus composiciones.

Al salir, me acerqué con B. y R. a La Piedra para tomarnos unos vinos. Me cundió de verdad mucho el rato. R. nos relató un atardecer de días atrás en su casa de aldea. Cómo se recortaban contra el cielo robles y eucaliptos; cómo se perfilaba en las ascuas la sierra del Aramo. Y B., por su parte, habló de pájaros: zarapitos, charranes, gaviotas reidoras, garzas… De cómo los observa en el parque de Isabel la Católica y en el pedrero del Sanatorio Marítimo. Nos dibujaba con las manos la curva de sus picos, nos describía su plumaje y nos aconsejaba desde dónde y cuándo era posible verlos. En fin, que no sé si la revista, que como digo ya tiene unos cuantos años y sigue saliendo a duras penas, gusta o no, si se lee mucho o poco, pero desde luego no quisiera que nunca se muriese si ello me impidiera disfrutar de la compañía y la charla de quienes la hacen.

Por cierto, hay un poemilla al final del Ágora, escrito por Bonhome, en el que de una manera breve y simpática se detalla una receta turca, la denominada Iman Baaldi, cuya traducción sería algo así como “El imán se desmaya”. Dicen así los versos:
¿Las berenjenas están
baratas en el mercado?
Pues vas a hacer un imán.
Tras haberlas vaciado,
su pulpa en cebolla fríes.
Echas tomate. Sonríes.
Con sultanas y tomillo
van al horno. ¡Qué sencillo!
Al probarlas, te deslíes.

Lo dicho, benditos agoreros.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también me he desleído con lo leído. Interesantísimo, aunque no conozco la revista. Lo del almirante es estupendo. Y el último párrafo, acerca de los pájaros, sentido y magnífico.
Gracias por estar ahí.

Anónimo dijo...

Llevo una hora buscando cierto poema que recuerdo haber leído... sobre desleírse, igualmente bello (traducción de Octavio Paz) sin éxito alguno y ya por fin me doy por vencida (el tomo tiene cerca de 700 páginas).

En cambio voy, si me lo permite Ud. y el Sr. Jordi Doce (hablando de bellos poemas y revistas) obsequiar a la entrada un poema que disfruté mucho cuando le leí...


En el cuarto en penumbra, el cerco de la lámpara
arde sobre la página, en los dedos
que aferran al cuaderno, recogidos,
y trazan nuevos signos con serena mudez.

La calle es la moldura de otro silencio. Nadie
bajo los sauces, bajo la farola
tibiamente alumbrada, en el frescor
de esta noche de junio, de esta noche en que velas.

Deslumbra más que el foco, el blanco de la página.
El tiempo es apenas tu mano absorta.
Y más allá del cuarto está la noche
que imanta cuanto escribes, cuanto vino a escribirte.

Jordi Doce, Letras Libres, Abril 2000, Año II, Número 16, Pág. 47.


También me vi tentada a colgar por aquí la versión que daría Éluard sobre el mundo (cartográficamente).

La semejanza. Así se llama el poema. (A veces me contengo porque de lo contrario terminaría inundándole el blog).

Deseo para Ud., su familia y sus lectores, excelente fin de semana.

Anónimo dijo...

La revista -que no es más que un modesto cuadernillo de 24 páginas- se distribuye gratuitamente por bibliotecas, librerías, cafés y galerías de arte de la ciudad. Creo que se reparten dos mil ejemplares y lo cierto es que se agotan rápido. En ella se empezaron a publicar los Diarios de Rayuela. Paco, acerca de lo que comentas sobre del pasaje de Colón, es cierto que la manera en cómo se describía el Nuevo Mundo por viajeros y cronistas constituye una suerte de literatura fantástica que da gusto echarse a los ojos.
Roxana, inunda el blog cuando quieras. Tus comentarios lo mejoran. Conocía el poema de Doce -un gijonés que voló más alto que el que esto escribe (merecidamente, por cierto)-. Como todo lo suyo, versos, traducciones y amistad, merece la pena.