miércoles, agosto 08, 2007

En piedra

A. Lima es profesor en Oporto. Se casó hace ya casi cuarenta años en Viana. Su mujer es de Chafé. De Casa da Reina. Aún conservan la propiedad. Y los viñedos. Han levantado en el viejo solar familiar un hospedaje. Lo dirige su hijo, C., que estudió en las Azores ingeniería agrícola y que ha decidido quedarse a trabajar en el pueblo. Lleva la bodega y el hotel. Por el jardín de la casa rural hay algunas esculturas de su padre. Rostros. Rostros vendados. O ciegos. Rostros ovoides y sin cabello. Sonrientes o dolientes. Aparecen entre la hiedra o semiocultos entre los muros de la finca. C. dice con voz queda que el viejo, además de profesor, es poeta ocasional y escultor voluntarioso. Que el lugar se llama da Reina por su abuela. La señora de Chafé. Allí rigió durante mucho tiempo vidas, vendimias y hasta estaciones.
Es media tarde y juego solo al billar durante un rato. Pongo un disco de Dulce Pontes. La luz incide sólo sobre el fieltro verde de la mesa, suena suave la música y la puerta abierta deja pasar el olor de la tierra húmeda. Nos han invitado a conocer la bodega. Está muy cerca. A escasos cinco minutos de paseo. Vamos junto a nuestros vecinos de alojamiento. Hace una semana que compartimos la casa. C. nos guía. Charlamos bajo los paraguas. Los niños van riendo y mojándose. Nos franquea el portón de acceso una anciana de piel curtida, pañoleta, botas altas, bata de faena y dedos retorcidos como sarmientos. Sonríe. Se maneja en un portugués resbaladizo. C. nos aclara que es una empleada de la abuela. Lleva a su servicio desde los catorce años. Tiene setenta y cuatro. Ahora, además de las faenas de la finca, del cuidado de los animales, de las tareas de la limpieza, de la ayuda en la bodega, cuida también de la señora, de la reina, anciana y encamada a sus casi cien años. Fue la terrateniente del lugar. Carácter fuerte. Muchas propiedades. Y gran parte del pueblo trabajando para ella. Así era la reina. Por eso era la reina. Y sigue siendo la reina, según parece, que aún en su lecho quiere saber qué se hace en las tierras. Aún quiere reinar en su pequeño feudo. Lo cuenta su nieto y lo hace con cariño. Queda por conocer qué piensan de ello quienes estuvieron a su servicio. Qué hablarían de su reina las gentes de Chafé.

5 comentarios:

Daniel Pelegrín dijo...

Qué historia, imagino a la anciana señora, moviendo todavía hilos invisibles desde la cama, y al viejo esculpiendo versos. Debe de ser un lugar hermoso y evocador, con aire de saga, al menos así lo transmite tu texto. Que lo disfrutes (y nosotros también). Salud

Anónimo dijo...

Seguro que tú disfrutas con el viaje, las visitas, los desconocidos ahora conocidos; pero te aseguro que igualmente, yo disfruto con las narraciones... con ese aire tan tuyo.

Cariños Rox.

Anónimo dijo...

¡Agggggghhhhhhhhhhhh!

No me lo vas a creer, pero ayer, sin conocer mucho de la artista... y dando saltitos por la red, encontré el video y busqué la letra de la canción que acompaña esta entrada... luego intenté traducirla , pensaba subirla a mi blog hoy, pero bueno, algo pasó y ya no lo hice.

¡Que me ha emocionado encontrarla aquí de nueva cuenta!

Es tan hermosa.

Chispas...

=)

R.

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Querido Azófar, estas entradas portuguesas deberían de estar (yo sé bien que lo están) dedicads a ti y a Neves de Ontem, que mantenéis esas bitácoras fronterizas en la que tan a gusto se está.
Hacía tiempo que no iba por Portugal y lo cierto es que me han quedado ganas de volver pronto.
Suerte la de quienes disfrutáis del país vecino a diario.
Un abrazo.

Rox, en la casa donde me alojé en Chafé, cerca de Viana do Castelo, en Portugal, desayunábamos todas la mañanas en un comedor muy acogedor que compartíamos mi mujer, mi hijo, una vecina de alojamiento y yo mismo con el dueño del hotel, un anfitrión joven y encantador, discreto e interesante conversador, que además tenía el buen gusto de ponernos bajito hermosa música de su país. Como la de Dulce Pontes o la de Mariza.
A ver si se cae de nuevo por estos comentarios Azófar y se anima a traducirnos la canción.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Sí... debió ser tan bello, así tal como lo cuentas yo logro imaginarlo.

Hay música para escucharse bajito, bajito, apenas como un susurro, como un aliento que se contiene para no extraviarlo, para llevarlo con uno casi imperceptiblemente.

Ahora ya más tranquila... te digo que me emocioné muchísimo. Fui a dar con esa canción leyendo el blog de Antón Castro, como siguiendo pistas o "Golpes de mar"... ahhh, ese mar que tanto golpea el recuerdo, de ahí que me conmoviera y terminara yo aquí armando revuelo (mil disculpas).

Y bueno, si Azófar se da una vuelta, yo secundo la moción.


Cariños.

R.