Desde el otro lado del hilo telefónico, alguien me pide que le hable de cómo he pasado las navidades. Para contar lo que no gusta o se vive sin interés se recurre a menudo a la ironía, que siempre es el reverso del entusiasmo -justo de lo que adolezco en estas fechas-. Pero hace tiempo que decidí recurrir lo menos posible a ella. La ironía cauteriza en falso nuestras heridas a la vez que las abre en los demás. El relato que mezcla en proporciones adecuadas la cronología de los hechos y la verdad literaria conforta mejor. Decir, quizás, que todo fue como alcanzar la modesta cima de un abeto. Recorrer el triángulo equilátero de su perfil. Escalar por el lado norte sus ramas, que son como la sucesión en cascada de unas cuantas narices menguantes. Y haber emprendido esa tarea con resignación. Llegar a la cima, donde cuando era pequeño en casa poníamos una pica de colores que era como el dedal del árbol, la protección que le evitaba el rasguño que las aristas del nuevo año desalmadamente guardaban. Arriba sólo hay dos vertientes. Los árboles en perfil son simples como el recorte de una sombra en papel. Queda a un lado lo vivido. Y toboganea la incertidumbre de lo nuevo por el lado del descenso. Hace mucho que decidí no perder tiempo en lo alto. No es que me pueda el frío, la niebla o los vientos fuertes. Es que siento cada vez más en estas ascensiones el hartazgo de lo mucho. Los codazos. El ruido. La obligación de hacer lo mismo que todos los que posan el trasero en la cima están convencidos que debe hacerse. Ese esfuerzo repentino por el balance de la vida. Como si no hubiera que ir cuadrando cuentas a cada paso. Me voy para abajo dando por cierto que no deberían tomarse los días sino como un permanente final de año, como un permanente final de todo. Poniéndoles la pica en la nariz.
10 comentarios:
Ah.
La mejor reflexión de final de año que he leído hasta ahora. Sólo me resta enviarte un abrazo y solicitar un hueco para mí en tu descenso...
Sin comentario. Leo tu entrada como en mis cimas: me siento y disfruto de la soledad y de la lectura. Nada más.
Un abrazo
Me reconforta enórmemente cuando leo en la pluma de otros mis propios pensamientos, generalmente -he de reconocer- expresados de formas más elegantes e ingeniosas . Me reconforta porque me veo acompañado en los problemas y en el modo de abordar soluciones que otros ya intentaron y que, al cabo, no siempre los resuelven.
Justamente eso me sucedió hoy
Buenas tardes:
Es un gran artículo,lo mejor que he leido en mucho tiempo, su forma de relatar es bellisima, delicada y a la vez dura.
Tampoco puedo puntuarle por si acaso se quedara ud. arriba.
Muchas gracias por algo ten hermoso.
Personalmente estoy arriba agarrada a la pica en la nariz hasta que pueda hacer el descenso tobogoneando para evitar un gran tortazo.
Deseo que los Magos de Oriente, le traigan muchísimos regalos, se lo merece.
Saludos
Preciosa reflexión, amigo, y apropiadísima metáfora. Me identifico con Occam y su comentario.
Un abrazo.
Querido Sebas ya he visto la generosidad que has tenido en tu remozado blog para con esta entrada. Muy agradecido. Seguiremos la andadura de tus nuevos 5impulsos.
Mis mejores deseos para el recién estrenado año.
Un abrazo.
Ya ves, Alexandrós, que mis cimas son mucho más modestas que las que tú escalas. Y que apenas si me poso en ellas. Un fuerte abrazo.
Vosotros, querido Occam, los científicos, sí que dais soluciones a los problemas. Los demás los afrontamos con palabras, algunos hasta intentamos literaturizarlos por falta de mejores medios con que darles remedio.
Un abrazo.
Incluyo, Luna, entre esos regalos que me deseas el que me haces con tu comentario. Muchísimas gracias.
Amart, veo que pese la exposición aún te queda tiempo para las visitas y las palabras amables.
Espero que estén siendo un éxito tus cuadros.
Un fuerte abrazo.
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