viernes, septiembre 24, 2010

Sin modales

A ratos le puede a uno la insolencia de la réplica. Qué pérdida de tiempo y de energía. Qué mengua para el ánimo y el humor. Aprende, me digo, de tus muchos arrepentimientos (pero apenas sirve de nada). Estríñete de verbo y no la cagues de nuevo (pero vuelve la burra al trigo). Y es que contra dos asuntos, al menos, me puede la reincidencia: política y familia. Actividades que suelen ser gremiales y castrantes; en las que nos ciegan el dogma y la sangre; la fidelidad y la afectividad acríticas. Así que a uno, que está casi de vuelta de ambas, y ni le interesa añadirse a grey alguna ni soportar a más parientes que los precisos, le hierve el tránsito sanguíneo tanto con los iluminados y los conversos, como con la obligación de llevarse bien con quien apenas se tolera malamente. Así que o salto o pongo caras, y paso por lo que me temo que en el fondo soy: un tipo de modales muy mejorables al que le toca sobremanera las pelotas que nadie se corte en darte lecciones morales a propósito de cualquier cosa y que nadie prohíba de una vez por todas las entrañables veladas tribales.

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