Estas algo torpes maneras impresionistas con que me acerco a los
paisajes, cargando con caballete y objetivos, persiguen que las
imágenes tomadas tengan un vago aire de pinturas. Que las estaciones se fijen sobre
el grueso gramaje de un cartón con una permanencia consoladora. Que esta costa disuelta en la
trementina del ocaso se encastille en su bonanza más allá incluso de los días en
que las marejadas de los inviernos se baten contra cualquier acopio de memoria
apacible.
lunes, noviembre 25, 2013
jueves, noviembre 21, 2013
lunes, noviembre 18, 2013
Aviso para navegantes de impoluta conciencia
Elogio de la mala conciencia de uno mismo
El ratonero no
tiene nada que reprocharse.
Los escrúpulos
le son ajenos a la pantera negra.
No dudan de lo
apropiado de sus actos las pirañas.
El crótalo se
acepta sin complejos a sí mismo.
No existe un
chacal autocrítico.
El tábano, la
langosta, la tenia y el caimán
viven como viven
y así están satisfechos.
Cien kilos pesa
el corazón de la orca,
pero en otro
sentido es ligero.
No hay nada más
bestial
que una
conciencia limpia
en el tercer
planeta del sol.
Wislawa
Szymborska
Ida
Sobre su película Ida, el director Pawel Pawlikowski ha dicho: “Todas las decisiones están al servicio de centrarse en lo esencial, por eso he buscado lo más clásico, el blanco y negro, pero también el formato cuatro tercios o la cámara fija. Quería sugerir, centrarme en lo esencial y que la imaginación ayude al espectador a completar el resto”. Y a fe que lo ha logrado plenamente. Deudora del cine de Carl Theodor Dreyer, Ida es una apabullante sucesión de encuadres memorables, de fotografías bellísimas obra de Lukasz Zal. Un cine levantado sobre el cuidado extremo de lo que, en origen, es una buena película: la mirada de un artista sobre el mundo. En esta ocasión sobre un pedazo de la historia de Polonia. Ambientada en los sesenta, habla de Ana, una novicia criada en un convento tras quedar huérfana en 1945, que antes de tomar los votos es instada por su superiora a que conozca a su tía Wanda, única familia viva que le queda y que resulta ser una magistrada de alto nivel del sistema judicial comunista polaco. Wanda es una mujer áspera, fumadora empedernida, en el límite del alcoholismo, profundamente castigada por los recuerdos, que le revela a Anna una verdad de la que nada sabía: su verdadero nombre, que no es otro que Ida Lebenstein, y su origen: judío. Ese descubrimiento las une en un viaje a través de angostas y desoladas carreteras, tratando de conocer cómo fue el trágico final de los padres de Ida, pero también dónde comenzó el desarraigo vital en la biografía de Wanda. Tía y sobrina emprenden, pues, una travesía hacia las raíces de su trágica historia familiar, que las lleva, al tiempo, a conocerse y, de un modo silencioso y definitivo, a comprender y respetar su profundo antagonismo.
Nos hallamos ante una película de dicotomías. Blanco y negro. Choque generacional. Fe y ateísmo. Olvido y memoria. La joven actriz Agata Trzebuchowska protagoniza con solvencia el drama, secundada por una magistral Agata Kulesza, en el papel de su tía Wanda, encarnando el fracaso absoluto de una Europa herida mortalmente por la guerra, el holocausto y la desesperanza en que se convirtieron los regímenes redentores surgidos a la sombra del comunismo soviético. Ida es, como ha descrito Pawlikowski, una película esencial, en la que nada sobra, en la que todo se concentra con la emoción de la verdad, sin artificios y ni digresiones, que transmite la sensación de estar rodada con un pulso firme y convencido, que renuncia incluso a parte de la pantalla para proyectarse en un formato cuadrado, académico, antiguo, de cine de otra época, como quizás lo sea en realidad esta cinta proyectada en el 51 Festival de Cine de Gijón, que nos pareció hermosa, imprescindible y sobrecogedora.
martes, noviembre 12, 2013
Faedo
El lunes fue un soleado y frío día de otoño. Resultó un buen día para
disfrutar del hayedo de Ciñera, que lucía esplendoroso. Sus troncos tenían un
aire fantasmal entre la escasa fronda que todavía se resiste a las brasas con
que el bosque se consume en la estación reinante. Entre paseos y fotos, pensé
en la paradoja de estar sintiéndose en medio de tanta belleza como en la gloria
y que, al tiempo, todo ese colorido abrumador fuera el mismo, según cuentan, que
el del infierno.
miércoles, noviembre 06, 2013
Otro juego de manos
Aunque no sé por qué miro fascinado esta imagen una y otra
vez, sí puedo entender a qué se debe mi desconcierto. Las mejores fotografías suelen
ser como la prestidigitación: juegos de manos sobre los que cuanto menos sabemos
de sus engaños, más nos sorprenden y encandilan.
martes, noviembre 05, 2013
A solas
Cerca de las casas del molino, en la humedad y murmullo del riachuelo, se suele estar bien a solas. Pasan pocos caminantes; de vez en cuando, algún ciclista que brega contra el barro del sendero. Saludo con aires de propietario la ocasional presencia de esos extraños. Instalado con mi cámara y mi trípode en un territorio en el que me muevo a gusto, confiado. Pendiente sólo de este huerto de hojarasca del que arranco hoy un pequeño fruto de otoño.
lunes, noviembre 04, 2013
Xiblu
El Xiblu: Del latín SIBILUM ‘silbato’ y
‘silbido’ deriva en asturiano xiblu que además de ‘silbato’ y ‘silbido’ significa pieza del molino que termina en un canal estrecho de modo que
el agua baje por él a gran presión y mueva el rodezno; la presión del agua y el canal estrecho hacen posible que el agua al
pasar emita un ruido agudo o silbido, que acaba dando nombre a la pieza. En
toponimia El Xiblu obedece sin duda al ruido agudo emitido por una
corriente de agua que al caer a gran altura recuerda el sonido del canal del
molino.
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