El lunes fue un soleado y frío día de otoño. Resultó un buen día para
disfrutar del hayedo de Ciñera, que lucía esplendoroso. Sus troncos tenían un
aire fantasmal entre la escasa fronda que todavía se resiste a las brasas con
que el bosque se consume en la estación reinante. Entre paseos y fotos, pensé
en la paradoja de estar sintiéndose en medio de tanta belleza como en la gloria
y que, al tiempo, todo ese colorido abrumador fuera el mismo, según cuentan, que
el del infierno.
1 comentario:
Los otoños visitaba el hayedo de Montejo. Al norte de Madrid, provincia de Guadalajara.
Ahora hay que pedir cita y no se puede andar por donde se quiera.
Todos en fila en india con un guía.
No me gusta.
Sí, cuentas muy bien las sensaciones.
un abrazo
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