Una casa construida sobre la misma arena de la playa. Un cubo perfecto asaltado por las imperfecciones de los enseres acumulados en el uso o la necesidad. Un depósito de aguas pluviales, unas sillas casi desvencijadas, maleza en la sombra, cactus creciendo en el jardín sobrepuesto al suelo estéril, un buzón al que quizás lleguen descalzas las cartas y una antena de televisión que se clava infame en el lomo del animal blanco. Y llegando, como tantas veces, con los pies un poco a rastras por la edad y la costumbre, ensuciando de nuevo sal los zapatos, un viejo que abre esa puerta pintada en color aguamarina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario