La ironía le busca siempre el talón de Aquiles al entusiasmo. Probablemente se deba a que los irónicos contumaces han renunciado definitivamente a cualquier clase de pasión. A que los irónicos ocasionales tratan con esa esgrima dialéctica de defender su propio entusiasmo cuando lo sienten amenazado por el de los otros. El más vulnerable, el entusiasmo más amenazado por la ironía, es el de los ingenuos; y la ingenuidad más entusiasta es la pedantería de los ignorantes. Del cualquier modo, esté la razón de parte de la ironía o del entusiasmo, lo que parece evidente, es que aquélla goza de un acreditado prestigio literario, de un elegante pedigree bohemio; léase a modo de ejemplo esta cita de Baudelaire en su obra Le spleen de Paris –podría ser cualquier otra y de otros muchos autores, podrían ser miles-: “El bien se hace sin esfuerzo, naturalmente; el mal es siempre consecuencia de un arte”, puro proselitismo irónico. Todo ello viene a cuento porque corren tiempos de escaso o de ingenuo entusiasmo –quién sabe qué es peor-, de ironía mordaz. O eso me parece.
3 comentarios:
De ironía mordaz, elusiva y, en el fondo, cobarde.
La ironía es la defensa de los espíritus elevados (como lo fue Miguel de Cervantes). Diría que hoy, sin embargo, en que definitivamente ha triunfado la plebe, vivimos tiempos de descaro, desfachatez e indecencia. Tengo grabadas en la retina algunas escenas de "Octubre" de Eisenstein, que retratan a la perfección, a casi un siglo de distancia, los efectos populares de una profunda crisis de principios morales públicos.
Querido Joaquín, Miguel de Cervantes era un irónico ocasional con genio literario -ahí está su entusiasmo-. El Quijote es un entusiasta ingenuo, blanco perfecto de la ironía contumaz. Respecto de lo que pasa, y aprovechando el comentario de Francisco, coincido con él: se vive en la ironía mordaz hacia el entusiasmo ajeno. Quizás tenga algo que ver el desprestigio de valores sólidos, la apuesta por el pensamiento débil.
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