viernes, enero 12, 2007

Pesadillas

Mi hijo tiene una ortodoncia metálica en el velo del paladar. Hasta hace unos días, cada noche, antes de acostarse, había que introducir en el artilugio una especie de llave que, al girarla, lo dilataba, consiguiendo, de este modo, el paulatino ensanchamiento de la mandíbula. Mi mujer se encargó pacientemente de cumplir a diario con este desagradable cometido que nos había sido encomendado por el dentista. Yo prefería que ella lo hiciera, pues me resultaba angustioso oír el quejido que, modo indefectible, el crío prorrumpía cuando la llave finalizaba su giro. Es verdad que luego se echaba en su cama aparentemente ya sin dolor alguno, pero a mí no se me iba de la cabeza el presentimiento de que aquella cerradura en su boca le abriría durante el sueño el cofre de las pesadillas.

4 comentarios:

Alexandrós dijo...

Magnífica e inquietante entrada. Para que digan de la realidad...sino eres Mary Shelley, a quién se le ocurriría pensar que una ortodoncia pueda provocar tantas resonancias.
Un abrazo

Anónimo dijo...

La fragilidad de los críos, sobre todo la de los propios, nos abre las carnes demasiado a menudo.
Gracias por la visita, Alejandro.

Anónimo dijo...

Y aquí es donde me salgo un poco del tema y le comento que me ha hecho recordar cierto poema de Celan... dice algo como: "Con llave cambiante".

Inquietante también.

Bello día.

Anónimo dijo...

Roxana, tu disco duro poético es un pozo sin fondo. Así que ya que nos has puesto en el brocal, mejor será que subas los versos de Celan. Quedamos a la espera. Un abrazo.