Ayer ayudé a mi hijo con los deberes del colegio. Tenía que resumir la biografía de algún personaje relevante asturiano. Elegimos a Severo Ochoa. Así que fuimos apuntando algunos datos sobre su vida. El nacimiento en Asturias, sus estudios en Málaga y Madrid, su periplo tras la guerra civil por laboratorios de media Europa y, finalmente, su afincamiento en Estados Unidos. Allí investigó la relación entre las proteínas y el ADN y obtuvo el Nobel de Medicina. Regresó a España en los años ochenta y murió poco después que su mujer, en 1993. Está enterrado en uno de los más hermosos cementerios que yo conozca, el de Luarca.
Cuando terminamos, le pregunté a mi hijo si no entendía algo de lo que había escrito. Sí, me dijo, un par de cosas: qué es el ADN y cómo puedes decir que es hermoso un cementerio.
4 comentarios:
Lo primero es incomprensible. He leído mucho sobre él y, en general, sobre ciencia pura y aplicada. La genética es de lo más enrevesado que hay. Por lo demás, hay que confiar en el microscopio electrónico para confirmar lo que se cree saber. Esas minusculeces que nos forman son, como poco, irritantemente escurridizas. Ayer hablaba yo a mis alumnos de mutagénesis, inducida por sustancias químicas, y en mi fuero interno reconocía que no sabía lo suficiente del asunto. No lo dije, claro, pero es un tipo de conocimiento en el que nunca me sentiré cómodo. Prefiero, con mucho, la teoría cuántica.
Lo segundo, en cambio, es perceptible. Basta mirar y sentir. Es cuestión de edad: aunque con un padre como tú, no creo que tu hijo tarde mucho en entenderlo. Prueba de ello es que hace esa pregunta. El principio del conocimiento.
Nunca he estado en Luarca, pero algún día veré ese cementerio con mis propios ojos.
Abrazos.
No le falta razón a tu hijo, creo yo (a veces, a veces lo creo).
A mi hija de tres años yo le digo que la pasta en forma de espiral, o de hélices, se llama de cadenas de ADN. Ella no lo entiende, obviamente, pero a mí me hace mucha gracia cuando lo repite por ahí.
Oye, veo con gusto la consideración que le mereces a Santos Domínguez. Enhorabuena.
Un saludo.
Paco, este blog es ya tan tuyo como mío, y no sabes cómo me alegra. Tus comentarios lo enriquecen siempre. Luarca es verdad que merece una visita. Espero volver allí con mi hijo y que me confirme que a él también le gusta el camposanto. Pero para eso, como tú bien dices, se requiere tiempo.
Portorosa, es un enorme placer recibirlo aquí. Ya sabe por los comentarios que de vez en cuando hago en su bitácora el aprecio que le tengo.
(Lo de Santos Domínguez ha supuesto, como no podía ser menos, una enorme satisfacción.)
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