Al final de la tarde,
el último sol ya apenas relumbra
sobre el ajedrez del jardín.
Una sombra ligera de brasas
se alarga morosa y cruenta,
como si fuera el final de una guerra,
por el granito que tiene encastrados
azulejos de escaques blancos y añiles.
Esa postrera luz del verano
se hinca también de rodillas,
no elude tampoco
el jaque mortal de los días.
1 comentario:
Caramba, amigo, esta mañana en el cementerio de visita, y juraría que sentí algo muy parecido a esta imagen: la muerte, la vida y luego la muerte, el ajedrez, un juego, y el día que acaba rindiéndose... Juguemos, sin embargo, el resto de la partida.
Un abrazo y gracias por el sosiego que nos prestas.
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