En estas noches de Reyes
fuimos niños y luego padres.
Y seremos quizás también abuelos.
Del fruto de ese encanto
rumiaremos al fin un hueso sólo.
La escasa y amarga porción
de lo que se gozó dulce en la boca,
de lo que pusimos en sazón
en las manos de nuestros hijos
y de lo que veremos caer al suelo,
desde el árbol sin poda,
con desidia de quien deja su huerto
en manos de la maleza,
de quien se reconoce
en la recta final de toda vida.
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