"En las casas de los pobres, uno está condenado a oír los ruidos del otro. Lo escucha cuando grita, cuando cocina, cuando abofetea a su mujer, cuando va al baño, cuando la patrona le reprocha, llorando a los alaridos, su impotencia. Incluso se escucha, con todo detalle, el pormenor de sus actos sexuales. No hay privacidad entre los pobres. Siempre he vivido en casas así: apartamentos de mala muerte, chozas con paredes de hard borrad y otras pocilgas. Más aún: siendo pobre, uno ignora que existe el silencio. No sabe lo que es. No comprende por qué el silencio puede ser agradable. Juzga que los demás merecen oír nuestros ruidos, nuestra música a todo volumen, nuestros gritos destemplados, nuestras carcajadas sin gracia. Por haber sido pobre la vida entera, hablo en voz alta y expreso ruidosamente todas mis emociones. Estoy convencido de que los vecinos (y el prójimo, en general) deben compartir mis experiencias digestivas, eróticas y familiares. Es lo que nos pasa a las personas que tenemos poca educación y bajo nivel de vida".
Charles Bukowsky
Charles Bukowsky
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