lunes, octubre 24, 2011

Discurso

Uno trata inútilmente muchas veces de poner en palabras lo que de una manera sobrecogedora, pero confusa, siente ante ciertas manifestaciones artísticas que no tienen una explicación sencilla, sino que más bien son como una gavilla desplegada de sentidos. Las canciones de Cohen, por ejemplo, más que historias que pudieran resumirse, traducirse o contarse, son estados de ánimo. Una manera de mirar el mundo que se cierra sobre si misma igual que una gargantilla demasiado justa que nos apretase el cuello con cuentas de versos y nos volviera la voz grave y, en la amenaza del ahogo, hasta misteriosamente sincera. Aunque nadie como el propio Leonard Cohen para explicarlo: “si queremos expresar la derrota que nos ataca a todos tiene que ser en los confines estrictos de la dignidad y de la belleza” (así lo dijo en Oviedo el otro día en un discurso memorable).

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