Foto: C. Garrido |
Cuando paso a las ocho de la mañana por la calle
Corrida camino del trabajo, los empleados de una sucursal bancaria esperan para
incorporarse a sus despachos a que los mendigos que duermen en el cajero
automático cubierto de la entrada desalojen el improvisado techo bajo el que se refugian cada noche.
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