viernes, abril 08, 2016

Al día siguiente

Ayer presentamos el libro de Juan Garay, El Bestiario, en el salón de actos del Antiguo Instituto Jovellanos, que estaba casi lleno. Dice hoy Luis Antonio Alías en el diario El Comercio que también estuvo allí con nosotros el propio Juan, “abandonando transitoriamente el paraíso de los buenos ateos para participar en su propia fiesta”. Ya se sabe que estas cosas que se escriben con tan buen corazón y pericia de pluma no dejan de ser literatura, pero como tal es también consuelo, y de eso se trata. Esa comunión de ánimos que fue el encuentro de ayer, ese estar juntos para sentirse acompañados no fallándole al amigo que nunca nos falló, es procurarse consuelo y sentirse, aunque sólo sea por un momento, mejores. El libro tiene la contundencia indignada de Juan; el respiro de unas ilustraciones con trazos precisos y elegantes en la mano de Bonhome, sarcásticos y alegres en la de Álvaro Noguera e intuitivos y diestros en la de Fernando Díaz; y el cuidado con que se ha tratado todo el conjunto desde que se fueron agavillando los artículos publicados en Ágora por Juan a lo largo de más de quince años, desde 1998 a 2014. Con la distancia que dan esas horas que ya han transcurrido desde que fuimos abandonando ayer, entre breves conversaciones y afectuosos saludos, el Antiguo Instituto, podría uno afimar sin miedo a equivocarse que el recuerdo que de esa presentación perdure va a ser profundamente entrañable por muchas razones: la digna apariencia de la publicación ofrecida, cómo se abrazaron a ese libro quienes más querían a Juan, la conclusión fructífera de un esfuerzo de meses, el cordial apoyo de los amigos que acudieron, la palabra nerviosa y sincera que compartí con Mar y Arlé desde el escenario y la alegría de la música con que nos despedimos. Desde ahora en adelante, y como esas caracolas que acercamos a la oreja para escuchar el mar, podremos abrir este Bestiario en la confianza que desde sus páginas nos llegará la voz ronca de Juan, un hombre bueno y rebelde. Gracias a todos los que estuvisteis allí y a los que nos acompañasteis en la distancia. Un abrazo.




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