Se han encendido desde hace días las luces que adornan las calles de la ciudad. Este año se han renovado totalmente. Se ha elegido una iluminación minimalista y laica. No parece haber gustado mucho, sobre todo a los comerciantes. Ciertamente es ésta una ciudad a la que le placen más los excesos, que emplea generosamente los aumentativos, que disfruta de las celebraciones pantagruélicas, del ruido de los chigres, de la pátina de perfume y humedad de la sidra escanciada. Quizás por ello estos nuevos y escuetos adornos lumínicos no se avengan al carácter playu. Nadie echa en falta a los angelotes, a las estrellas de oriente, a los Magos. Pero se añoran las grandes bombillas con que se les daba forma, los aparatosos arcos de luz que ocupaban todo el ancho de las calzadas. Parece preferirse el granel al detalle. O será, tal vez, que se advierte en los nuevos adornos un arriesgado toque de austeridad decorativa que si, milagrosamente, contagiara de sobriedad al ciudadano pondría en peligro la orgía del despilfarro. Bendita luz tenue.
2 comentarios:
Será, como casi
siempre, verdad
que menos es más?
Un saludo.
Ahhh... no lo sé, aquí , aquí todo luce tan cotidiano, estas fechas no hacen mayor diferencia. Vivo en un municipio que da poca importancia a todo lo que implique un gasto.
Sin embargo , pienso en otras luces, la de los árboles en las casas, por ejemplo, o las luces de las pequeñas farolas que cuelgan a mitad de una calle y que se improvisan, como se improvisan los propios tendederos de los que se aferran.
Y entonces pienso que en efecto, las luces tenues, cualquier luminaria que traiga consigo cierto aroma a invierno, a recuerdo, a Navidad, siempre será bien recibida por la mirada.
¿Sabe?
Aquí se apagan las luces temprano, aquí el despilfarro sería en todo caso el consumo de energía.
Es triste... creo.
Saludos.
(Muero por conocer algún día sus calles, yo me maravillaría de ellas con o sin luces)
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