He leído La isla, de Giani Stuparich, en traducción de J. A. González Sainz y editado por Minúscula. Se trata de un relato de apenas cien páginas. Una historia que narra el breve viaje emprendido por un padre, mortalmente enfermo, y su hijo a una isla del Adriático. En ese lugar creció el padre y allí el propio hijo pasó parte de su niñez y adolescencia. A través, sobre todo, de las reflexiones interiores del hijo, entendemos que ese encuentro y ese viaje tienen por finalidad que el padre se despida de un paisaje que le trae los más hermosos recuerdos. Sin embargo, en los diálogos de La isla esa finalidad última no llega nunca a confesarse. Porque aunque la proximidad de la muerte marca los tiempos del relato, del propio viaje, incluso de lo que el mismo Stuparich escribió y ahora leemos con cierto sobrecogimiento –intuyendo su verdad–, el miedo a una lástima indigna por parte del padre y a una sinceridad cruel por parte del hijo, hacen que esa presencia oscura sea como las marcas de agua, visibles en todo momento por detrás de las palabras y de la vida, pero nunca tan oscuras que consigan ocultarlas del todo. Es un libro desnudo, sincero, que deja sensación de autenticidad en lo que transmite: la tristeza por la pérdida de quienes queremos, de la dicha que alguna vez tuvimos, de la vida, en fin, que es como esa costa insular que a la vuelta, poco a poco, pierden de vista. Es un libro que, aun pudiendo serle emotivo a todo lector, lo es, sobremanera, para quienes han sabido o saben de ese encono con que a veces se ceban los males invisibles con nuestra gente. Lo expresa de modo rotundo Giani Suparich en estas líneas: “Quien asiste impotente a la trágica lucha, y tiene en sus venas la misma sangre que la víctima, sufre con un horror reprimido y todos sus minutos están envenenados”.
2 comentarios:
Leí este libro hace algunos meses y la impresión que me dejó, muy parecida a la tuya, la reflejé en una entrada de mi blog. Te anoto la dirección por si te apetece leerla:
http://antonioserranocueto.blogspot.com/2008/05/la-isla-de-giani-stuparich.html
Un abrazo.
Querido Antonio, la había leído. También la que le dedicó al libro Alvaro Valverde. Ambas, excelentes, tuvieron que ver en la lectura de este libro.
Un fuerte abrazo.
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