Sobremesa del jueves veintiséis. Radio. Julia Otero y Arcadi Espada comentan la actualidad, que viene marcada por la editorial de los periódicos catalanes, doce —apostolado de pesebre—, sobre la demorada sentencia del Tribunal Constitucional a propósito del estatuto. Hay en estas charlas entre la locutora radiofónica Otero y el periodista Espada una pose dramática que supongo que a nadie se le escape. Un reparto de papeles. Cultivan ambos un aire de actores divos. De esos a los que se les suele ir la mano con lo del método Stanislavsky. Ella metida en el papel de “yo dirijo esto y además le he contratado a usted, lo que me otorga este estatus de desparpajo y suficiencia con el que digo lo que pienso sin pensar lo que digo, luciendo, además, palmito altisonante y vestido chiné”. Y él en el de talludito enfant terrible, con argumentos brillantes y desplantes de torero figura, de los que se abren la taleguilla por enseñarle al bicho por dónde cae el hígado, mientras miran por encima del hombro al tendido y al resto del escalafón. No era plan acompañar el café y el digestivo con tal representación. Así que puse en off lo que en on resultaba ruido. Con pena, que por detrás de la pose del Espada, le encontraba uno a lo que decía la sensatez que el momento pide. Lástima que le pierda el método o le pongan tan jactanciosamente agreste las réplicas de la Bella Otero.
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