Este sillón se ha ido volviendo con los años tan
cómodo como desvencijado. Tiene la forma exacta de la espalda y unos ojos igual
de largos que las linternas costeras de un faro. Creo, además, que el alma se le parece, trenzada con sus mismos mimbres y apoyada, como él, en el árbol de la
vida, comparten una vocación recóndita, la de las sombras apostadas en lo más alto de las forestas, invisibles a los ojos de un mundo que, sin embargo, abarcan en paisaje suficiente como para saber a tiempo del curso de las estaciones y como para apurar todos y cada uno de los días igual que viajeros perezosos en la proa de un trasatlántico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario