miércoles, octubre 28, 2009

Ciutadella










Tenía el hotel un olor añejo,
como a cañería y hervor de guiso,
pero un mirador al que llegaba en calma
la mar durante el día
y su rumor por la noche.

Era verano,
el mejor de los tiempos,
si se tiene la dicha compartida
y los años justos para gozar
del sabor a yodo en las pieles tibias,
del milagro del sol
y de las islas.

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