jueves, octubre 15, 2009

El Sur

A J. H.

Hemos vuelto a El Sur. Así, sin contracción. En mayúsculas. Hemos amanecido de nuevo junto a Estrella. Acostumbrándonos a la luz filtrada por la ventana que estaba justo en la cabecera de su cama. Un amanecer lento. Una pintura intimista. En claroscuro. Toda la película resulta después como esa escena inicial. Demorada, precisa y sabia. Hemos vuelto a ver El Sur de Erice porque un buen amigo nos la trajo a la memoria. Y al final de lo que sólo era la mitad de la historia, dejamos que el propio director nos contara lo que nunca llegó a rodar. El viaje de Estrella a la tierra de su padre, a lo que allí dejó y a lo que él sólo volvía con remordimiento, a través de alguna carta o de alguna furtiva conversación telefónica. Hemos vuelto de El Sur con la emoción de todo lo que al roce abre de par en par los sentidos. De lo que cuando no se sabía inacabado se nos antojaba misterio sugerente. De lo que se completó con la confidencia de un ocasional Tusitala de café, que nos reveló el final de la historia y que aún tuvo tiempo para leernos un pasaje de Los mares del Sur.

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