En Monteriggioni
Un muro de piedra y enredaderas
le da sombra al patio
en nuestra pequeña casa de Monteriggioni.
Al otro lado,
se oye un educado rumor
de cubiertos y conversaciones.
Desayunan los huéspedes
del lujoso albergo vecino.
Bajo un toldo de inmaculada lona blanca
miran cómo se levanta el sol
sobre la lluvia de los aspersores.
Una lagartija enreda entre los geranios.
Zurean las palomas sobre el tejado.
Las campanas de la iglesia dan las horas.
Escucho sin querer
la íntima conversación
de una pareja de franceses
que no saben que estoy atento y tan cerca.
Recuerdan entre risas
que ayer noche bebieron demasiado brunello.
"¿O quizás no?", se preguntan
mientras brindan alegres
con zumo de naranja.
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