“La llegada de
nuevos medios de transmisión, de nuevos canales de acceso y codificación de la
información y del conocimiento conlleva un periodo de transición en que los
modos tradicionales se defienden presentando a los nuevos modos como medios de
barbarie, mecanismos de incultura. Así, cuando la escritura en la Grecia del
siglo IV a. C. se convirtió, más allá de la conservación, en medio de creación
y de difusión del conocimiento, se le atacó diciendo que hacía menos sabios a
los hombres porque, al tener escrito el pensamiento, no hacía falta
memorizarlo; Petrarca en el siglo XIV ironizará sobre ese deseo de acumular
códices como imagen de sabio, como si por poseer códices uno fuera más
inteligente; de ser así, los libreros serían los hombres más sabios del mundo;
ya en el siglo XVI (y ahí ejemplos de autores como Lope de Vega) se multiplican
las críticas de la falsa erudición que algunos demostraban citando de aquí y de
allí sin orden ni concierto; y en el siglo XIX; fueron no pocas las voces que
se alzaron contra la facilidad que todos tenían de escribir y de publicar un
libro. Internet como un nuevo medio de acceso a la información, que nos la
presenta de manera fragmentaria, con diversos niveles de acceso y de autoría
muy variada (y autorizada) a un mismo nivel y con la rapidez tecnológica de
acceder a enormes cantidades (que no calidades) de información a golpe de
ratón, está construyendo nuevos modelos de pensamiento y de difusión. ¿Serán
los jóvenes capaces de realizar discursos complejos, a los que nos ha tenido
acostumbrado un modelo de educación del siglo XIX que ya está obsoleto?
Internet, con su estructura hipertextual y la fragmentariedad como principio
textual, no es el mejor medio para hacer perdurar este modelo textual, este
modelo de pensamiento, que forma parte de la historia de nuestra cultura
occidental. Pero Internet, como un nuevo medio, permite desarrollar nuevas
destrezas que el texto impreso, que el libro tradicional, había desechado y que
son propias de la oralidad: la interactividad, la elección de contenidos, la
relación de los mismos… e incluso la memoria para así recordar los itinerarios
de lectura digital que hemos realizado en cada momento. ¿Más tontos en la
actualidad? Si atendemos a la realidad política y económica, no me cabe ninguna
duda. Pero tampoco es Internet el culpable. Todo lo contrario.”
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