Casi media noche.
Hace un rato que hemos vuelto del Teatro Jovellanos. Ayer vimos allí también otra película.
Ambas del Festival de Cine. Las dos espléndidas. Duras. Hoy fue Epilogue.
Israelí. A la entrada, en el Paseo de Begoña, había una concentración
propalestina. Protestas contra los bombardeos de Gaza. El director del film,
Amir Manor, se refirió en la presentación a esos manifestantes. Expresó su
respeto y pidió, al tiempo, comprensión para un país en el que confía pronto
gobierne una nueva generación, más dialogante, menos belicosa. Asistimos luego
a la proyección. La historia de Hayuta y Berl, un matrimonio de ancianos israelitas
que tras dedicar su juventud a luchar por un Estado social en su país, comprueban
al final de sus vidas que ese sueño se ha quebrado cruelmente. Su único hijo
vive emigrado en Nueva York. Ellos tienen enormes dificultades económicas. Viven
en soledad. Cercados por las limitaciones de su edad, por su falta de recursos,
por su fracaso ideológico. Película que arruga el corazón. Que deja escasas
rendijas a la esperanza. El director aguardaba en el hall la salida de los
espectadores. Lo vi de cerca. Muy joven. Extrañamente joven para una película
que se pone de tal manera en la piel de dos ancianos —magistralmente interpretados por Yosef Carmon y Rivka Gur—.
La
de ayer fue La piedra de la paciencia. A su final aplaudimos con
entusiasmo. Agradecíamos la visión de una película espléndida. Nacido en Kabul en
1962, el realizador y escritor Atiq Rahimi ha adaptado al cine la novela con la
que consiguió el Premio Goncourt en 2008. Está basada en las vivencias de una
mujer afgana que cuida a su marido, en coma por una bala alojada en la nuca
tras una reyerta. A medida que los días transcurren, la protagonista,
interpretada por una bellísima Golshifteh Farahani, le empieza a desvelar sus
sentimientos al marido inconsciente. Sus revelaciones ganan con el tiempo
hondura, sinceridad, crudeza. Ese cuerpo inerte, inexpresivo, casi muerto, se
convierte en la piedra de la paciencia. En la mitología persa, esa piedra es mágica
y a ella se le confían los sufrimientos, las miserias, lo que no nos atrevemos
a revelar a los demás. La piedra escucha, absorbe como una esponja todas las
palabras, todos los secretos, hasta que un buen día explota. Y ese día, uno
queda liberado. Con esa leyenda por trasfondo, en la película se narra de modo
admirable tanto la opresión de las mujeres en los países islámicos, como las
turbulencias y la ruina de la guerra. Y se logra, además, con una dirección
casi pictórica, ya que se tiene en ocasiones la impresión de que con algunos lentos encuadres interiores, magistralmente iluminados, las imágenes parecen querer llenar más un lienzo que una pantalla de proyección.
2 comentarios:
Este año estoy ajeno al Festival. Se que es de lo poco que queda en Gijón. Se que como decía Xuan Bello en su columna de "El Comercio", al final apenas ha cambiado nada con el cambiio de Director; pero precisamente por ello, porque defenestrar a Cienfuegos fue tan gratuito, absurdo e imposible de explicar, me niego a "premiar" esa absurda maniobra con mi presencia en cualquier peli del FICX, al menos este año. El que viene, a lo mejor, ya se me ha pasado el "berrinche", y veremos.
Un abrazo, paisano (que sí, genial)
En Sevilla parece que agradecen esa defestración: su festival, bajo la dirección de Cienfuegos, ha experimentado un relevante salto de calidad.
Respetable, cómo no, tu postura.
A uno le pueden, sin embargo, las ganas de ver ciertas películas.
Esperemos que en las próximas ediciones el FICX mantenga el alto nivel alcanzado desde unos años hasta ahora.
Abrazo.
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