Empujaba su silla hasta el mirador
y permanecían casi en silencio
sobre el curso del río.
El mar parece tan lejos allí
que se hace difícil imaginar
que las aguas calmas del Duero
tengan un final de olas.
Solamente esa fatiga de aire escaso en ella,
ese ronco pleamar de ahogo,
les recordaba, como un mal augürio,
la brisa húmeda de los estuarios.
JCD
(Machado
se trasladó a una casa próxima a la Ermita de Ntra. Sra. del Mirón para que
Leonor, más debilitada a cada instante, pudiera respirar un aire más puro. A
Machado le gustaba pasear y se le veía a menudo empujando por aquel altozano el
cochecito de Leonor.)
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