El cañón del Río Lobos puede que sea, dentro de la geografía mágica de la
provincia de Soria uno de los puntos más conocidos.
No era así hace 30 años,
cuando lo conocí, y cuando, el acceder hasta él representaba todavía una pequeña
y agradable aventura. Por desgracia este exceso de conocimiento puede llegar a
ser profundamente desagradable a la vista del actual estado de deterioro
ambiental. Hay quien opina que los grandes bienes artísticos y culturales de la
humanidad, como la cueva de Altamira, Lascaux o incluso este cañón, deberían ser
accesibles sólo a las elites. Coincido con esta postura siempre y cuando estas
elites no sean económicas, eclesiásticas, académicas o políticas, sino
espirituales. Es decir, a la postre, accesible a quien de verdad tenga un gran
interés en su contemplación. Para determinar quién merezca o no gozar de estas
maravillas la solución sería muy sencilla: quitar toda facilidad en su acceso.
Prohibir, como se ha hecho, el paso de vehículos. Quitar, si hace falta, el
puente, casi simbólico que de todas formas suele llevarse con sabia y pasmosa
facilidad y frecuencia la riada. Quien sabe si alambrar el acceso o minar la
pradera…
Antonio Ruíz Vega, El enclave templario de Ucero
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