Llegado hasta este rincón de la carretera, dejo el auto aparcado en el escaso arcén y mientas el cielo parece decidido a vaciarse de nuevo, echo la vista al río, al caserío pequeño y arracimado que se levanta en su margen y que tiene el privilegio diario de esta naturaleza apabullante. La tregua antes de la tormenta. La paz de un día festivo antes de que vuelva la rutina que nutre nuestra supervivencia. Sin estos pedazos de calma, de silencio, de soledad, de paraíso, el resto de la vida sería poco más que fatiga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario