En un espléndido artículo titulado La miel, Julio Llamazares hablaba hace
unos días de Tonino Guerra, ese entrañable tipo que dejó escritos una gavilla
de guiones fundamentales para la historia del cine: Y la nave va y Ginger y
Fred, con Fellini; La noche, La aventura, Zabriskie Point y Blow-Up, con
Antonioni; La noche de San Lorenzo y Kaos con los hermanos Taviani; Carmen,
Tres hermanos y Cristo se paró en Eboli, con Francesco Rosi; Nostalgia con
Tarkovski. Sin embargo, Llamazares aludía a la poesía elemental que también
practicó el guionista italiano. Esa cita me llevó a buscar los poemas de Tonino
Guerra. Y en la pesquisa me encontré con una entrevista que ya hace unos años
le hizo Juan Vicente Piqueras para la revista La Dama Duende. Las declaraciones que en ella hacía el ya anciano
entrevistado me parecieron un compendio de sabiduría.
"¿Cuáles son las mejores cosas del mundo? Las que comíamos en la infancia.
Oyes a la gente que dice: "las albóndigas como las hacía mi madre..."
o "las natillas aquellas...". Te acostumbras de niño a unos sabores
que serán siempre los tuyos. Es como una droga. ¿Acaso comemos otra cosa que
infancia?
Yo parto siempre de la realidad de cada día. Creo que la poesía está ahí y
se trata de saber descubrirla. El poeta, más que un inventor, es un
descubridor, un explorador. Alguien que sabe buscar y encontrar la poesía en
las pequeñas cosas que parecen insignificantes. Un poeta es aquél que se quita
el sombrero ante un cerezo en flor.
Vivimos una época brutal, gobernada por cínicos que comercian con la
muerte, que son esbirros de la muerte, con una humanidad adoctrinada, infeliz,
un rebaño absurdo cuya mayor alegría es comprar, comprarlo todo. Me gustaría
decirle a la gente que hay muchas cosas en la vida que no tienen precio, cosas
mínimas, milagrosas, que ya casi nadie ve. Yo, por ejemplo, en Alemania durante
la guerra, sabía que podía morir de un momento a otro y pensaba: ¿qué cosas
echaría de menos si me muriera? No poder comer más castañas con los amigos
frente al fuego, no volver a ver la lluvia. Estas son las grandes cosas de la
vida: comer castañas, escuchar el rumor de la lluvia, el silencio de la nieve
que cae. Estas son las cosas por las que te sabe mal morir. Lo demás, no sé:
¿una mujer? sí, pero también se hace vieja, también muere, o simplemente se va.
Todo lo humano decae. En cambio, la nieve no envejece, el olor de la lluvia no
miente, los olivos no se van. Son cosas que están ahí, dispuestas siempre a
iluminar la niebla que somos.
La única manera de vencer a la muerte es permanecer durante mucho tiempo en
la memoria de los demás. Yo creo que todo lo que he escrito y he hecho en esta
vida no tenía otro objetivo."
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