miércoles, febrero 08, 2017

Vísperas de nada, por María Victoria Carpena

Extracto en lo que sigue gran parte de la presentación que hizo de mi novela María Victoria Carpena, pintora y profesora de dibujo (hija del gran pintor yeclano Fernando Carpena), el jueves 26 de enero en el salón de actos del Instituto Castillo Puche de Yecla (gracias a ella por sus palabras y gracias a todos los que nos acompañaron allí ese día):

Quizás se sientan sorprendidos viéndome aquí para presentar este libro. Yo también lo estoy. No soy escritora ni filóloga. Trabajo desde hace años como profesora de dibujo, pero también soy pintora y pertenezco a una familia de artistas que inició mi padre, Fernando Carpena. Ha sido mi relación con el mundo del arte la que me ha traído a esta novela. Vísperas de nada nos narra una historia protagonizada por personajes que se mueven en el ámbito artístico.
Pero antes de entrar de lleno en el libro, me gustaría hablar de mi relación con el Premio Castillo Puche. Conocí a José Luis Castillo Puche de pequeña, cuando en alguno de sus viajes a Yecla venía a casa con mi padre. Subían a su estudio y le mostraba sus últimos trabajos, los innumerables dibujos preparatorios, los bocetos para la realización de nuevos cuadros. Tenían más o menos la misma edad, eran de la misma generación. José Luis vivía en Madrid y mi padre había pasado allí su juventud, en plena posguerra y antes de volver a Yecla, donde pasó el resto de su vida. No sé de qué hablaban pero tenían en común ser yeclanos y artistas. Al fin y al cabo mi padre pintaba la Yecla fría y dura de posguerra, la misma que José Luís Castillo Puche nos dejó plasmada en una parte importante de su obra. Desde aquí mi recuerdo y homenaje a ambos.  Mi relación con este premio de novela corta empezó cuando Martín Martí, que ha sido durante muchos años el coordinador de este certamen, me pidió que colaborase con la edición de las novelas realizando el diseño de la colección y de algunas portadas, como la otra novela relacionada con el mundo de la pintura, La piel que te hice en el aire, de Rafael Marín. Ahora me toca ir un paso más allá y presentar esta novela.
Vísperas de nada, que,  como ya hemos dicho, tiene como protagonista al mundo de la pintura. La novela comienza con el pintor Héctor Bueres, personaje principal de esta novela, en el museo Thyssen de Madrid,  mirando un cuadro, el mismo cuadro que ilustra la portada de este libro: Retrato del pintor A. M. Tränckler. Este retrato es un elemento clave en la historia, aparece en momentos cruciales de la trama y se convertirá casi en un personaje más de la narración. El retrato de A. M. Tränckle fue pintado por Albert Henrich en 1926. Ambos pintores se movieron en el ambiente artístico expresionista que apareció en la Alemania de entreguerras. Como su nombre indica, en el arte expresionista prima la expresión de los sentimientos frente a la fría descripción de la realidad. Qué sentimos, quiénes somos por dentro frente al relato de lo superficial. Albert Henrich formó parte de la corriente artística alemana denominada Nueva objetividad, pero a pesar de su intento de ser objetivo en la descripción física del modelo, acaba mostrándonos la tristeza del pintor retratado, A. M. Tränckler: “un tipo digno en un mal trance”. Esta frase que aparece en la primera página de la novela puede servirnos como resumen de la historia protagonizada por el pintor Héctor Bueres, quien también es un “tipo digno en un mal trance”. Pintor reconocido por el favor de la crítica y de los coleccionistas en sus primeras exposiciones, asiste a su derrumbe personal y profesional intentando no perder la dignidad. La evolución de su pintura  le ha llevado por caminos figurativos frente a una primera etapa abstracta. Este cambio no será bien aceptado por un mundo artístico que en el libro aparece definido como:  “…frívolo universo pictórico, que acoge igual a genios y a farsantes, a mercaderes sin escrúpulos y a críticos resentidos, a galeristas petimetres y a coleccionistas maleables”. A partir de ese momento su vida se encuentra abocada a una serie de pérdidas que, poco a poco, irán minando su ánimo: la falta de reconocimiento y de ingresos, la llegada inexorable de la vejez y la pérdida del cariño de su mujer, Alina. En estas circunstancias, solo el alcohol le ayuda a recuperar la confianza en sí mismo. Tanto Alina como los otros personajes que aparecen en la novela, pertenecen al mundo del arte. A su mujer la conocerá posando para él, como modelo. Su galerista, Eusebio,  y  un profesor de Bellas Artes, que también es pintor, completan el conjunto de personajes alrededor de los cuales gira la historia. El amor, el arte y la traición son los temas fundamentales de la obra. La traición del pintor a su estilo, se mueve en paralelo con la traición amorosa y ambas dejan una huella irreparable en sus protagonistas. 
María Victoria Carpena
José Carlos Díaz organiza su novela en capítulos cortos, utilizando una narrativa ágil y a la vez llena de poesía, que analiza en profundidad los sentimientos de los personajes. Nada sobra y nada falta en esta obra perfectamente estructurada.  Al final volveremos sobre el cuadro con el que comenzó la obra, cuando la identificación obsesiva de nuestro protagonista Héctor Bueres con el pintor A. M. Tránckler termine cerrando el círculo de esta emotiva novela. Tras la lectura del libro, nos quedan abiertos temas de reflexión muy interesantes. Personalmente destacaría el problema del estilo. El artista necesita libertad para realizar su obra  y así poder evolucionar a nivel creativo. Si le negamos su capacidad de cambiar,  acabará convirtiéndose en un artesano, que repite su obra una y otra vez.
Por último, destacaremos el dilema en el que se encuentra nuestro protagonista, y que todos vivimos alguna vez en nuestra vida: ¿Qué somos capaces de hacer por amor? ¿Hasta qué punto podemos llegar a traicionar nuestros ideales, de vendernos por un plato de cariño? En una primera lectura el libro me emocionó, pero en las lecturas siguientes realizadas desde un punto de vista más analítico, no dejó de emocionarme. Escrita en tercera persona, la voz del narrador se hace presente en algunos momentos de la obra, realizando profundas y acertadas reflexiones sobre el ser humano. José Carlos Díaz, en su condición de poeta, utiliza un lenguaje que aporta una gran riqueza de matices a la evolución íntima de sus personajes, enredados en una trama perfectamente construida. Por su gran calidad literaria y su preciso análisis del alma humana, les invito a que lean y disfruten esta magnífica novela.
María Victoria Carpena



Uno, por su parte, si se viera en el brete de resumir lo que la novela cuenta o pretende, creo que recurriría a unos versos de José Luis Argüelles, quien en un poema titulado Una lectura de Goehte escribía: ¿Cómo soportar la vejez / sin un poco de amor / o algo de gloria? 

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