A veces no es suficiente la sombra, y nada puede contra el ahogo que los días espesos nos ciernen en torno al cuello tal y como cuentas de sierpes tórridas. Qué igual es ese garrote vil a cualquier miedo sin respuesta; nos tronza la garganta con un crujido de tallo agostado. Por eso la esperanza necesita siempre de corrientes: del curso libre e impetuoso del agua o del aire aliviando toda sed y cualquier espanto.
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