Llega de cerca el rumor de una piscina. Chapoteos y
gritos de niños que disfrutan del frescor del agua en este día caluroso. No hay
nubes. O casi no hay nubes. Forzando la mirada descubro unas volutas como de
humo de cigarrillo sobre el perfil de la colina que se levanta frente a
nosotos. Registro su presencia en este diario, levanto de nuevo la mirada y
casi ya se ha esfumado del todo ese algodón ralo. Habrá dejado quizás sobre la
copa del arbolado un rastro de ceniza nívea. Más hacia el este se mantiene en
lo alto, inmóvil, un parapente. Es un vuelo perezoso, como si el calor
espesara el aire y las alas de cualquier pájaro, incluso las de esta ave
espúria, se batieran con lentitud impuesta. El sol clemente apacigua los
temores y nos anima a pequeños gestos de valentía. Como a creer que nada malo
puede suceder bajo una luz como ésta.
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