Olía a jazmín la entrada a la casa de nuestra amiga. Atardecía en Somao y en sus cúpulas indianas se reavivaban las ascuas. El río empezaba a ser oscuro. Era fácil imaginarse cómo habría podido ser la tarde en el jardín. Leyendo a la sombra, con los pies descalzos sobre el césped, un libro en el regazo y el tiempo suficiente como para levantar la vista cada vez que la luz cambiante del cielo, las aves ocasionales o la masticación lenta de lo leído pidieran una tregua.
sábado, julio 23, 2016
Olía a jazmín...
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