En la sombra sopla una brisa fresca. Tengo el libro
abierto sobre el prado. Sujeto las esquinas de sus páginas con los pies
desnudos. Hay unas briznas de hierba asomándose a lo escrito. Es una composición
imprevista pero casi medida. El verde pespunte deja una nota de color en los
márgenes, pero sin ocultar ni una palabra, respetuosamente. Como una pincelada
sabia. El sol está subido sobre una luz vertical, afilada. Casi feudal. El estío
es este sometimiento consentido al esplendor. Por más que se busque el alivio
de lo umbrío, finalmente la mirada se deja convencer por todo lo que refulge,
casi inauguralmente, sobre la faz alegre de la tierra.
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