Los niños cazaron una mantis religiosa. Le acondicionaron un balde con hierba fresca. Más tarde se hicieron con un grillo al que también incorporaron al improvisado terrario. Y siguieron buscando por el prado más inquilinos. Al cabo de unos minutos, cuando volvieron a echarle una ojeada a lo capturado, la mantis había cogido al grillo con sus patas delanteras y se lo estaba merendando poco a poco; primero la cabeza, luego el tronco… Los niños miraban la escena con una mezcla de horror y entusiasmo. Debían de ser, más o menos, las cuatro o cuatro y media de la tarde; la hora de los documentales en la 2.
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