viernes, octubre 20, 2006

El otoño de una plañidera

Está lloviendo de repente tanto y durante tantas horas que esta agua casi olvidada ha adquirido un protagonismo inmediato, trasladando al recuerdo el pertinaz calor sufrido durante el verano. Hace tan sólo unos días, cuatro o cinco a lo sumo, había en el ambiente una sensación incómoda ante la insistencia estival, hacia ese prolongamiento de sequía y bochornos. Hoy pesa más la amenaza del invierno, el presagio de una nostalgia que acude puntual siempre a su cita, añoranza de la luz, el cielo azul y el ocio de los días veraniegos. A este inconformismo estacional le sacan mucho juego los poetas. Lo llaman lirismo, cuando, las más de las veces, no es más que desahogo gimnástico de plañidera.
Otoño
A esta altura del año,
quien habita sin remedio
los países de largas lluvias menudas
mira deshojarse desde el cielo
las últimas islas azules.

Llega el otoño arrastrando
con ruido de carpa destrozada por los viajes
el humo de los días grises
que se expande espeso,
como aliento de resaca,
desde las alas de los pájaros
hasta la sombra de las uñas.

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