jueves, octubre 19, 2006

Colombine

Está a punto de publicarse un nuevo número de la revista Ágora. El trigésimo tercero. Tengo entre mis manos la última galerada. Corrijo su ortografía. De entre los artículos que incluye y que hasta ahora no había leído, me detengo en el recuerdo que Julio Calzada hace de Carmen de Burgos, Colombine (1867-1931). En él se dice entre otras cosas: “(…) fue una mujer que a principios del siglo pasado brilló con luz propia debido a su incansable quehacer en el campo de las letras y en la actividad social y feminista, pero el fin de la guerra civil y el acceso de Franco al poder dio lugar a la prohibición de toda su considerable obra”.

Tan sólo hace unos días se conmemoraba el setenta y cinco aniversario del reconocimiento, por el Congreso de los Diputados, del derecho al voto de las mujeres en España. Fue el 1 de octubre de 1931. Con tal motivo se ha hablado mucho y merecidamente de la diputada que entonces defendió aquel logro, Clara Campoamor. Otras mujeres, en otros ámbitos, animaron aquella lucha. Colombine, antimonárquica apasionada, fue una de las más ardientes defensoras del voto para la mujer.

Carmen de Burgos fue profesora de la Escuela Normal del Magisterio de Madrid. Se distinguió como periodista comprometida con la causa republicana y feminista (en 1904, en las páginas del Diario Universal realizó la primera encuesta española sobre el divorcio). También fue la primera mujer corresponsal de guerra, cubriendo el conflicto de Marruecos. Escribió de belleza, de cocina, de cómo debía redactarse una carta, de labores hogareñas, persiguiendo siempre la reivindicación del papel de la mujer en la sociedad. Publicó novelas en las colecciones populares de tanto arraigo en aquellos años, como fueron El Cuento Semanal y La Novela de Hoy. Como investigadora, le debemos la biografía de Larra y muchas páginas sobre el General Riego. Y como traductora, las versiones castellanas de diversas obras de Nerval, Ruskin o Renán.

Una de sus novelas, Puñal de claveles, aparecida en La Novela de Hoy, en 1931, narra un crimen sucedido en tierras almerienses: una novia, en el mismo día de su boda, se escapa a caballo con un primo, abandonando al prometido; un hermano de éste persigue a los amantes huidos y mata al raptor. Será la historia en la que se basará el propio Lorca, dos años después, para escribir su tragedia Bodas de sangre. Ambas obras representan dos modos distintos de entender la literatura. Carmen de Burgos escribe desde la denuncia, pretende la regeneración del país, su aproximación a la cultura racionalista europea. Lorca ahonda en la pasión sexual, en los amores prohibidos, descontextualiza la anécdota, universaliza sus desencadenantes.

En el artículo que Julio Calzada escribe para Ágora se extractan algunas de las opiniones vertidas por Colombine en sus escritos. Curiosamente, sigue siendo de actualidad lo que allá por 1906 escribía en torno a las relaciones Iglesia-Estado: “Ninguno de los hombres que hoy llegan al gobierno de la nación será capaz de escribir, como los franceses, al frente de la ley de separación de la Iglesia y el Estado: El Estado no tiene, ni reconoce ni paga ningún culto”.

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