Hace una poesía tan
impersonal que no sería de extrañar que la escribiese con guantes (para no
dejar huellas).
Narciso
Dejó de mirarse
al espejo —o al menos dejó de mirarse al espejo tanto como lo hacía—; y ahora,
como en un ejercicio gimnástico que no precisase de voluntad sino de egolatría,
prefiere contonearse a diario en las redes sociales (no ofrece sexo, sólo poesía).
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