Entreveo apenas ese paisaje
que me llega a los ojos
en la habitación en sombras
a donde el sol no alcanza.
Un paisaje que es como una postal al bies
desplegada por la brisa
al mover las contraventanas.
Me distrae de la lectura entonces
el color y la vida,
el mundo que me seduce
con la violencia de todas las bellezas.
Siempre tiranas.
Siempre irresistibles.
El silencio se ha ido añicando
como el vidrio
entre los élitros de las chicharras.
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