miércoles, noviembre 22, 2006

Amigos

Con el paso del tiempo se consigue disfrutar cada vez más de las cenas con los amigos. Primero porque los que hemos conservado al cabo del tiempo son ya como los restos más preciados del naufragio de los años y el afecto que por ellos sentimos es tan definitivo y gustosamente irrenunciable como un pacto de sangre. Y segundo, porque, a poco que nos hayamos ido puliendo con las cosas que nos mejoran, disfrutamos mucho más de su compañía, de su conversación y de cuanto con ellos comemos y bebemos.

Hace tiempo leí en un libro de artículos de Francisco García Pérez, Lo que hay que oír, una reflexión que viene a cuento de lo que digo: “La cultura personal no es otra cosa que una consideración armónica del mundo y jamás una acumulación de lecturas, un modo de demostrarlo es hacerse fuerte en la amenidad de la charla, en el ingenio oportuno, en la anécdota demorada".

Y ya puestos, puede añadirse a esta entrada una poesía que también le viene bien. Es, como en otras ocasiones, de Darío de R. (poeta especular):
Amigos

Conversas hasta la madrugada,
bebes largamente,
fumas…
Y mientras tanto,
llega en silencio la noche.

Vuelves feliz a casa,
en medio del frío y bajo la luna.
Pero atesoras un dulce pálpito en el pecho
con el que confías,
sólo por un momento que se te antoja eterno,
en el resto de tus días.

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