A modo de interpretación de lo que está opción política puede representar, me permito reproducir un pequeño escrito que publiqué hace unos meses y que decía:
Desde que ocupa columna en la última página de los miércoles, sigo con mucho interés los artículos de Elvira Lindo en EL PAÍS. En un tono contenido, juicioso, muy distinto a la pose frívola que adopta en su sección neoyorquina dominical, reflexiona en apuntes breves sobre la actualidad. Es, además, muy interesante una idea que flota en muchos ellos y que se intuye como una marca de agua que se dejara adivinar por detrás de la letra impresa: la certeza de que existe una tercera España (en acepción tomada de Paul Preston) constituida por esos muchos ciudadanos que asistimos atónitos e impotentes al maniqueísmo de todo cuanto nos rodea, al alineamiento de políticos, medios de comunicación, articulistas, tertulianos y, hasta si me apuran, de compañeros de trabajo; una España que considerándose progresista reniega de ciertos progresistas instalados en el poder y de los arrebujados a su sombra en el pesebre; una España invisible a la que ninguna opción política parece tener intención de representar y que posee una visión de cuanto la rodea no tamizada por corsés ideológicos, sino por el sentido común. Y como muestra de esta manera de opinar y escribir baste recordar cómo terminaba uno de sus artículos la Lindo: "Se trata de decir una vez más que no todas las personas que opinamos que el nacionalismo tiende por su propia naturaleza a la insolidaridad somos peligrosos derechistas, ni nostálgicos del franquismo, ni carcas, ni antiguos. Si acaso un poco aguafiestas, porque en esta España en la que los nacionalistas llevan ganando desde hace veinticinco años mucho más de lo que perdieron, estamos aquí para recordar que nos quedamos hace tiempo sin equipo, que nadie nos quiere".
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